La dirección de las corrientes en el archipiélago

Hacia allí van los ríos,

el agua que corre por los ríos,

el pensamiento y la memoria de los ríos

donde mi padre y yo pescamos,

y hacia allí va la arena brillante de la costa,

de ese mar donde mi padre y yo luchamos

tantas noches

envueltos en la fosforescencia estrellada del océano,

y los aviones de aluminio que cruzaban el sol

ansiosamente perseguidos por los ojos de un preso,

van también hacia allí.


Las cosas que nunca conociste,

que nada significan y que no despiertan

en vos este odio ni este amor.

Pero hacia allí van,

flotando inconteniblemente,

inconteniblemente ciertas.

Hacia allí van los muertos que cayeron por todos,

y que también por vos cayeron,

y hacia allí van las manos compañeras

que apretaron mis manos en la oscuridad.


En el día, en los túneles,

en lo habido de uno en los pasos de la gente,

entre la sorda multitud

que se lanza a la conquista de las escaleras,

que arranca con las luces desde las esquinas

y se ahoga en las bocas de los trenes,

allí va nuevamente

como un sueño inexorable

el caballo invisible del amor.


Hacia allí va la vida

como si de una herida de puñal

el hilo rojo de la vida se escapara.


No le interesa a nadie.

No es ni más importante que una estrella en la noche.

Pero todos los caminos de los días

y del pensamiento,

la dirección de las corrientes en el archipiélago

van flotando hacia allí,

donde quedó tu imagen esa última vez.



Eje del archipiélago

cuando estoy en tu boca

giran las islas alrededor de mí

cuando estoy en tu boca soy el eje del mundo

y todo el archipiélago y sus barcos

y los pájaros posados en sus bosques

se desplazan lentamente al principio

para después girar girar girar

alrededor de mí

hasta que la velocidad se torna cósmica

con la fuerza de las masas geológicas

desplazándose

alrededor del eje que tú creas en mí.



Barco del Báltico

las notas circulares de ese piano electrónico

llevan a las parejas bailando por la pista

mientras el mar se abre como la tierra arada

bajo el peso de seiscientas copas de licor

quinientasdoce camas

doscientos automóviles

ciento veinte parejas fervorosamente

encerradas en sus camarotes

cincuenta y ocho niños persiguiéndose

ciento treinta borrachos perdiendo el equilibrio.


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